4/1/10

SUSÍN








Susín es uno de esos lugares que hay que visitar sí o sí. Es uno de esos lugares que perduran en la retina del visitante durante mucho tiempo.

Hoy puede sorprender, pero llegó a tener ayuntamiento propio en el año 1834, para acabar en 1845 uniéndose a Casbas de Jaca y más tarde a Oliván. A día de hoy pertenece al municipio de Biescas. Siempre fue un pueblo, pequeño, muy pequeño. En los siglos XV, XVI y XVI su población varia de dos a tres fuegos. Madoz en el año 1845 le adjudica tres casas y 31 habitantes.

A diferencia de otros despoblados Susín todavía mantiene dos de sus casas en perfecto estado: Mallau y Ramón. En el cuidado del pueblo y las casas tuvo mucho que ver Angelines Villacampa Villacampa, de casa Mallau; ella solita restauró y sacó del olvido este lugar impidiendo que acabara como tantos otros pueblos del Pirineo.

A día de hoy, hay una asociación de Amigos de Susín muy activa que suben una vez al mes para mantener en pueblo en perfecto estado. Es un gran trabajo el que realizan. ¡¡El sueño de Angelines, sigue vivo!!  

El edificio más emblemático de Susín es, sin duda, la iglesia románica de Santa Eulalia. Estamos ante un híbrido entre el antiguo templo medieval y las posteriores obras realizadas en el siglo XVIII. La iglesia medieval fue levantada entre los años 1060 y 1070; lo más llamativo es una preciosa ventana ajimezada, orgullo de los habitantes de Susín. Las pinturas murales que había en su interior están datadas en el año 1100, se conservan en el Museo Diocesano de Jaca. Merece la pena subir a Susín sólo por contemplar la iglesia durante unos minutos, os lo aseguro.

Otro edificio de interés es la ermita de Nuestra señora de las Eras, situada a unos 200 metros al norte del pueblo. Es un sencillo templo de nave única finalizado en cabecera plana.

El acceso, por si todavía hay alguien que no conozca Susín y quiera visitarlo: comentar que hay tres kilómetros de pista desde Oliván, la llave de la barrera hay que pedirla en el ayuntamiento de Biescas. Si preferimos ir a pie, desde Oliván, tenemos unos 40 minutos.


Fotografía 1; Casa Mallau (Marina González) 
Fotografía 2; Calle principal  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Iglesia de Santa Eulalia (Marina González) 
Fotografía 4; Ventana ajimezada (Marina González)
Fotografía 5; Borda  (Cristian Laglera) 
Fotografía 6; Ermita de Nuestra Señora de las Eras  (Cristian Laglera)  



Hace un par de días me enteré del fallecimiento de Angelines Villacampa. Hoy, día 10-02-13, pensaba  escribir unas líneas a Angelines, pero finalmente he decidido copiar íntegro este texto de Eduardo Sánchez ya que me ha parecido inmejorable.

Eduardo Sánchez Salcedo (Director de la Revista "Serrablo")

"Angelines de Susín. Un nombre y un pueblo. Un nombre del cielo para una guardiana de su tierra.
Todo el mundo conocía a Angelines Villacampa y, gracias a ella, a Susín. Y viceversa.
Angelines era una de esas personalidades irrepetibles, estampa viva y aldabonazo de conciencias de cuantos saben escuchar los latidos de las montañas.
Las puertas de Casa Mallau siempre estaban abiertas. Era durante décadas una suerte de hospitalario refugio para caminantes, senderistas, ciclistas de camino a Sobrepuerto o Santa Orosia. A todos atendía, orientaba, servía agua y convidaba, y regalaba su sabia conversación de mujer culta, leída y viajada, de miras amplias, de vanguardias culturales, de un horizonte que trascendía su Pirineo, para observar y querer a Francia y Europa.
Mujer creyente, de fortaleza y genio inquebrantables, superviviente ante todo, pese a la elegante fragilidad que denotaba. Con su todoterreno y su llorado perro "Pelopín", con su chimenea y sus viejas historias de casa de solera, el amor por la naturaleza, su perfecto francés, su proyecto personal de Asociación Mallau “Amigos de Susín”, con el Festival Anual de Oralidad, los campos de trabajo para la juventud, el apoyo a estudiantes de sociología, arquitectura y fotografía, la incesante participación en documentales y reportajes... Angelines limpió senderos, guió "rutas amarillas", señalizó patrimonio y evitó ruinas en una batalla titánica frente al paso del tiempo y las goteras del olvido...
Tenía ilusiones y proyectos que no se resignaba a dar nunca por perdidos. Y siempre se rebelaba contra quienes decían que Susín estaba abandonado. No, no lo estaba, y nunca lo estará. Sus cenizas vigilan la ferrería y el lavadero, la ermita de las Eras y la iglesia de Santa Eulalia, las mallatas y romerías. Otean Santa Orosia, Oliván y el Gállego. Huelen la tierra mojada, los truenos, las betiqueras. Acompañan a los amigos, a la familia y a todos y cada uno de quienes visiten y mantengan vivo Susín. Porque las piedras y las palabras echan raíces en quienes piensan con el corazón."