5/1/10

VILLAMANA








Villamana es otro de los pueblos deshabitados que se localizan en el interior del valle de la Solana (Sobrarbe). Hay que recordar que se trata de un valle “fantasma” expropiado por la construcción de un pantano “de papel”, que finalmente quedó en un proyecto fallido. A pesar de todo esto más de 1500 personas tuvieron que abandonar sus casas y tierras, ya que la totalidad del valle fue replantado de pino.

El pueblo protagonista del artículo de hoy, Villamana, se construyó sobre una terraza natural por encima del barranco de la Guarga de Cájol. Actualmente la totalidad de sus edificaciones se hallan en ruina, con la única excepción de una borda. Todas ellas están situadas en lo más profundo de un bosque de pino de repoblación.

Villamana está documentado desde el año 1211. Llegó a tener un máximo documentado de cuatro fuegos, años 1488 y 1609, aunque el siglo XX lo inició con tan solo dos hogares abiertos (casas Salvador y Manuel). En el año 1900 tenía 13 habitantes.

Las viviendas son grandes, de dos plantas, con tejados de losa a doble vertiente. A su alrededor se levantan sus correspondientes edificios auxiliares.

A escasos metros de las viviendas encontramos un interesantísimo pajar-secadero alzado en el siglo XIX. Se trata de un edificio de gran interés etnológico, uno de los mejores de toda la comarca. Hasta hace unos pocos años mantuvo la cubierta en pie. Una pena. Es un edificio de planta rectangular y dos pisos. Lo más destacado son sus magníficos vanos, abiertos en cada una de sus cuatro paramentos. En sus últimos años de uso su parte baja cumplió funciones de cuadra.

Además del pajar-secadero que acabamos de citar, el edificio más destacado que encontramos en Villamana es su iglesia parroquial. Es un inmueble de origen románico, que brilla con luz propia. Se construyó bajo la advocación de San Pedro en el siglo XIII. Se trata de una construcción de nave única y rectangular acabada en ábside de tambor. A los pies del muro sur abre la portada de acceso. Sobre ella había un crismón trinitario de seis brazos expuesto actualmente en el Museo Diocesano de Barbastro, al igual que las pinturas que decoraban la cabecera.
          
Carecían de todos los servicios básicos necesarios, cómo el  médico. Tampoco disponían de escuela. Precisamente para poder acudir a la escuela los niños de Villamana tenían que desplazarse diariamente hasta el hoy también deshabitado lugar de Cámpol, a unos tres kilómetros, lugar donde compartían aula con los niños de San Felices y San Martín.

No queremos dejar en el tintero el magnífico camino de herradura de acceso al núcleo. No son muchos metros los conservados, pero sí los suficientes para darse cuenta de la cantidad de tiempo que sus habitantes le dedicaron. Es una delicia poder pasear por él.

Las fiestas se celebraban por todo lo alto el día 25 de julio, festividad de Santiago.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (enero 2019).


Fotografía 1; Camino de Villamana  (Marina González)
Fotografía 2; Casa Manuel  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Iglesia de San Pedro  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Crismón románico  (Cristian Laglera)
Fotografía 5: Pajar secadero  (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Pequeña borda  (Cristian Laglera)