8/10/11

CASTELLAR







Situado en el interior del Valle de La Solana, entre los barrancos de Cájol y Plandevilla, perviven las ruinas del viejo pueblo de Castellar. Sus edificaciones, que todavía poseen una belleza arquitectónica indiscutible, se asentaron sobre una alargada loma.

Brillan con luz propia sus bien conservados muros, de piedra seca, que evitaban que el ganado entrase en las propiedades particulares. La piedra seca es una técnica constructiva que consiste en el apilamiento ordenado y en equilibrio, sin ningún elemento cementante.

El núcleo urbano lo componían cinco casas, cuyos nombres eran: Miguel Giral, Palacio, Melchor, Marcelo y Viñola.

A pesar de los años de abandono todavía perviven varios elementos arquitectónicamente interesantes. Destacaremos los aljibes que poseen las casas para recoger el agua de lluvia de las canaleras, además de un hermoso horno de pan y la herrería. También merece la pena detenernos en las bordas, son una media docena, todas ellas muy bien ejecutadas.

La iglesia se dedicó a San Saturnino (s. XVI-XVII). Posee nave única, dos capillas laterales y cabecera de testero plano. La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos y la cabecera y las capillas con medio cañón.

Las fiestas grandes eran el 12 de octubre, para la Virgen del Pilar; tenían una duración de dos días y finalizaban con un gran baile en casa Palacio. Las fiestas pequeñas se celebraban el día 29 de noviembre.



Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en marzo de 2022.


Fotografía 1; Castellar; llegada (Xenxo Gómez)
Fotografía 2; Iglesia de San Saturnino (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Interior del templo (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Muros de "piedra seca"  (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Camino a una de las bordas (Xenxo Gómez)