DESPOBLADOS EN HUESCA
Aquí encontrarás gran parte de los pueblos deshabitados de la provincia de Huesca
15/7/24
5/5/24
LA MELLERA
Nosotros accedimos desde la ermita de San Bendito de Luzás. Allí dejamos el coche y tomamos una pista que, primero en dirección sur y luego oeste, nos conduce hasta la casa de La Mellera por las estribaciones de la sierra. Para llegar a nuestro destino habremos atravesado un bosque de pino que, cuando lo visitamos, todavía conservaba algunos tramos con nieve de apariencia virginal que tuvimos en placer de poder pisar.
Una vez en La Mellera comprobamos que la vivienda se halla totalmente arruinada. Dibujaba planta más o menos cuadrangular con puerta de acceso al sur. A su lado, concretamente en su parte trasera, perviven los restos de un alargado edificio que parece que estaba destinado a uso agropecuario.
En pie y buen estado se encuentra la ermita de los santos niños Justo y Pastor, junto a la vivienda. Es templo de nave única con cabecera poligonal canónicamente orientada. El acceso se realiza por los pies, por puerta que despliega abanico de dovelas bajo hornacina huérfana de santo. El espacio interior se cubre con bóveda de cañón apuntada. Aunque muestra apariencia moderna, pues fue restaurada cuando se realizó la repoblación forestal, no es descabellado llevar su cronología hasta los ss. XV-XVI.
Fotografía 2; Ruinas de la vivienda (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Ermita de los Santos Justo y Pastor (Cristian Laglera)
8/1/24
LAS CASAS DE LA CUÑOLA
A finales de diciembre de 2023 visitamos el pequeño hábitat de Las Casas de la Cuñola. Se localiza dentro del término de Viacamp, en pleno corazón de la siempre inabarcable comarca de Ribagorza. Supimos de este lugar por un viejo mapa que lo reconocía como Las Casas de la Cuñola. En mapas modernos no se cita, o, en su defecto, en alguno aparece como Casa de la Cuñola.
Accedimos desde la pista que, partiendo desde Viacamp, se adentra en la zona del Montsec, con bifurcación a pista secundaria a la derecha de la vía principal que muere en campos de cultivo, con llegada al despoblado por sendero que acaba perdiéndose en la espesura de un bosquecillo de carrascas. Llevábamos las coordenadas pero no hizo falta "desenfundar" el GPS.
A la vuelta de nuestra excursión nos encontramos a un amabilísimo vecino de Viacamp, que estaba cortando madera, y nos aportó algunos datos de interés de este lugar tristemente perdido en el océano del tiempo. Entre otras cosas nos comentó que siempre conoció La Cuñola como lugar despoblado, lo que significa que, como mínimo, lleva 70 años hundiéndose en soledad.
De Las Casas de la Cuñola perviven los restos de una vivienda en ruina, de planta rectangular, que parece que poseía dos alturas. Quedan tres vanos de su planta superior, dos de ellos tabicados, posiblemente cuando la vivienda perdió su uso. La fachada contraria, que era en la que se situaba la puerta de acceso, es una ruina casi irreconocible. De lo más interesante un espacio abovedado en la planta baja, que, según nos comentaron, era la bodega.
Alrededor de la vivienda se levantaron los correspondientes edificios de apoyo. Lo más destacado, un edificio rectangular con dos puertas de acceso y horno interior con hermosa embocadura, que afortunadamente aún llegamos a fotografiar y documentar antes de que se pierda definitivamente.
Documentamos también parte del viejo camino de herradura que pensamos señalizaba el inicio del camino que enlazaba esta aislada casona con Viacamp, enmarcado con piedras de grueso calibre.
Antes de marchar, también buscamos restos de una posible capilla (algunos masos de la zona del Montsec la tenían) pero no localizamos nada que pudiera relacionarse con edificio religioso.
Fotografía 1; Las Casas de la Cuñola (Cristian Laglera)
18/11/23
EL SILENCIO DE LOS DESPOBLADOS (una reflexión sobre el abandono de los pueblos)
Por Mariano Coronas Cabrero (Dir. de la revista El Gurrión):
Solo en la provincia de Huesca, hay centenares de
despoblados en ruinas. Hay algo, generalmente común a todos ellos, y es el
espeso silencio que uno percibe al recorrer el espacio que ocupan los restos
caídos de lo que un día fue una estructura para la vida autosuficiente. Y de aquella
autosuficiencia bien pensada y trabajada se pasó, por avatares del progreso, al
abandono masivo y, finalmente a la ruina. Hay, como digo, un silencio vital
(por la ausencia de vida, claro) que, amplifica otros ruidos y sonidos que la
naturaleza genera de forma habitual o esporádica: los silbidos del viento
golpeando enloquecido las ruinas; tal vez el chorro de agua de una fuente o el
que discurre por un pequeño barranco; los gritos estridentes de algunas aves de
paso que sobrevuelan, sin detenerse, el amasijo de piedras, maderos y maleza;
el eco de las gotas de agua de lluvia que golpean las cuatro losas o las tejas
descompuestas que ya no cubren las estancias de las casas; el bramido de las
tormentas y los truenos… Imagina las noches, sin una luz que perfile las formas
(fantasmagóricas seguramente) de fachadas en precario equilibrio, calles
desiertas, ventanales abiertos, puertas dislocadas, caminos de acceso o de
salida…
Impresiona ver casas caídas, paredes enhiestas que han
quedado como testigos de mejores tiempos, puertas rotas, tejados hundidos,
maleza creciendo y tapando la ruina. Uno imagina que en esos espacios,
habitados en otro tiempo, nacían niños y niñas, iban a la escuela, jugaban por
las calles y por la plaza; las gentes se afanaban diariamente en diferentes
tareas agrícolas y ganaderas y se juntaban para realizar “vecinales” o para
compartir tareas como “escoscar” almendras o nueces, desgranar panizo o judías…
Celebraban fiestas y romerías y caminaban, cada pocos días, hasta el pueblo más
próximo donde hubiera una tienda o algún organismo donde tramitar alguna
solicitud, realizar algún trámite legal, consultar al médico… De vez en cuando
visitaban a los parientes de pueblos próximos o asistían a las fiestas, ferias
o acontecimientos familiares…y, a su vez recibían esas mismas visitas en sus
lugares de origen y vida. Cada cierto tiempo, asistían a la llegada del
barbero, del herrero, del pielero y de diversos vendedores ambulantes y cada
año los visitaba el colchonero, el cestero, el cañicero, el sillero y otros
personajes hábiles que dominaban oficios necesarios para convertir materias
primas en productos que hicieran la vida algo más amable…
Y un mal día se marchó una familia, otro día se fueron
dos y ese goteo fue minando la moral de quienes se quedaron. Algunos
resistieron un largo tiempo, pero los hijos empezaron a llevarse, cada mañana
cuando se desplazaban hasta el colegio o el instituto más próximos, las últimas
fuerzas y optaron por seguir la corriente del río de la vida que, había
cambiado de cauce y los arrastraba fuera del lugar donde nacieron… Y la
tragedia se consumó el día que salió el último habitante, porque empezó la
cuenta atrás. Mientras quedara viva una persona que hubiera nacido o vivido en
aquel pueblo, conservaría su nombre, pero ¡ay del día en que desapareciera el
último descendiente! ¿Quién volvería a pronunciarlo? ¿quién podría decir con
orgullo que había nacido allí y vivido al menos, su infancia -patria
inconquistable de cada uno, de cada una-?
Han desaparecido hasta los gorriones en estos
emplazamientos abandonados. Si recorres sus calles, la plaza y miras las
fachadas de las casas, las portaladas, la madera de las puertas y ventanas, la
torre con el campanario, la iglesia, te asomas en el interior de alguna ruina o
de alguna casa medio caída que perdió la puerta que la cerraba, encuentras
restos arquitectónicos o viejos útiles que han quedado atrapados en el tiempo
de la ausencia y del abandono. Hay una belleza inexplicable en algunos
rincones, en algunos objetos, en los paisajes que rodean el emplazamiento…
Todos ellos, restos de un naufragio, signos de una civilización, de un tiempo
derrotado… Y junto a esa belleza hiriente está la pena del silencio y la
soledad en la que quedaron sumidos, tal vez para siempre, unos espacios
construidos para la vida que ya solo contienen el negro luto de la ausencia
definitiva.
Coda
Y, en medio del naufragio, algunos “robinsones”
(masculinos y/o femeninos) se han ocupado y se ocupan de sostener viva la
llama, restaurando su casa, limpiando caminos, levantando alguna obra
colectiva, organizando encuentros,… con la esperanza puesta en que el devenir
de los tiempos dé una nueva oportunidad –en otro contexto económico y de
supervivencia- y cese el desplome y la caída de piedra, tejas, maderas y
memoria…
12/11/23
PARDINA SALAMAÑA
Dejando al margen los límites administrativos, estamos ante un conjunto notable, que conoció tiempos mejores, pues ostentó rango de villa -año 1025- donada por Sancho el Mayor a Sancho Galíndez, prócer de La Garcipollera. Aparece como lugar despoblado en el siglo XVII y reaprovechado como pardina hasta mediados del siglo XX.
La vivienda es un edificio espectacular. Está formado por dos grandes bloques que dibujan forma de L. El bloque principal, que es la vivienda, poseía tres plantas más la falsa y cubierta a doble vertiente. En la fachada principal abre la puerta de acceso, en arco de medio punto sobre dos grandes jambas.
A escasos metros de la vivienda se levantan los edificios de apoyo, entre los que destaca un yerbero de planta rectangular y un pozo-fuente engullido por una asfixiante capa de maleza.
Fotografía 1; Llegada a la pardina Salamaña (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Vivienda (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Vieja cerámica (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Pozo-fuente (Cristian Laglera)
15/10/23
BLANCAFORT (LLEIDA)
De Blancafort apenas perviven algunos muros que desafían la ley de la gravedad cuando bajan las aguas del embalse de Canelles y quedan al descubierto. Aprovecho para "abrirle ficha" en este blog que, aunque la idea es recoger pueblos deshabitados de la provincia de Huesca, incluye algunos núcleos deshabitados lindantes por cualquiera de sus límites geográficos.
Visitamos Blancafort en octubre de 2023, en plena sequía y época de estiaje del embalse de Canelles. Sus edificaciones se estructuraban en torno a una sola calle, con la iglesia de Santa Fe y la casa del Señor como edificios más emblemáticos. Triste la imagen de los abancalamientos del terreno, normalmente bajo el agua, testigos de un pasado que se fue para no volver.
Algo alejada del casco urbano, sobre un cerro (normalmente también inundado), se halla la ermita de San Salvador. Se trata de un pequeño templo románico de nave única y cabecera semicircular. Hace algunos años, aprovechando que el nivel de las aguas era muy bajo, fue arrancada la puerta de acceso de medio punto que abría a los pies. A fecha de 2023, aguantaba en pie milagrosamente la bóveda de medio cañón apuntada de la nave y la bóveda de cascarón del ábside, aunque un boquete abierto en su lado oriental presagia el triste final al que está abocado el edificio. Su cronología hay que llevarla al último tercio del siglo XII.
Poco más que documentar y contar, pues da la sensación que estamos visitando un despoblado medieval más que un despoblado contemporáneo, pues exceptuando la ermita de San Salvador, nuestro objetivo solo capta grandes amontonamientos de piedras, muchos de ellos informes.
Por cierto, en septiembre se celebra la fiesta de Blancafort, momento en que se reúnen antiguos habitantes y descendientes.
Fotografía 1; Blancafort (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Abancalamientos del terreno (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Ermita de San Salvador (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Interior de la ermita (Cristian Laglera)