29/8/11

ASÚN







Asún es un pequeño núcleo deshabitado situado en pleno corazón del valle de Acumuer, muy cerca del pico O Pueyo. Es bañado por los barrancos de Pueyar y Forcallón, además del homónimo de Asún. Hay una senda que parte desde las inmediaciones de Acumuer. No es fácil de seguir, pues hay tramos en que se pierde. Con algo de suerte podemos llegar en 45 minutos. De todas formas es interesante ir acompañado de alguien que sepa llegar, pues no es tarea sencilla.

Aparece citado con seis fuegos en el año 1646. Alcanzó los 57 habitantes en 1910, para finalmente quedar deshabitado en la década de los sesenta. Seis fueron las casas que abrió durante el pasado siglo XX; sus nombres eran: Ambrosio, Pedrochil, Dámaso, Chil, Matías y Biturián.

La maleza, selvática, ha desdibujado todo el núcleo. Posiblemente se trate de uno de los núcleos más complicados de visitar de todo el Pirineo. A pesar de todo todavía se distinguen los aterrazamientos. Sus gentes malvivían cultivando trigo, cebada y avena, además de algunas legumbres y patatas. Economía de subsistencia pura y dura.

Tiene iglesia dedicada a San Victorián. Es templo de nave única con cabecera plana y torre soldada a uno de sus costados. La torre todavía se mantiene digna, y da una impresión equivocada de lo que su interior esconde, que solo es ruina. La totalidad de sus bóvedas se hallan hundidas y, a su puerta de acceso, parece que tampoco le queda mucho tiempo.

En nuestra última visita, año 2014, además de la interesante parroquial, todavía pudimos documentar algunos elementos que consideramos interesantes. Fotografiamos un precioso horno de pan de monolítico dintel en rústico arco de medio punto. También inmortalizamos un pozo de planta cuadrangular, con abrevadero para los animales.

Celebraban las fiestas en invierno, el 12 de enero, día de San Victorián.

Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en enero de 2021.



Fotografía 1; Asún engullido por la maleza  (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Torre de la iglesia parroquial  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Pozo  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Horno de pan (Cristian Laglera)


21/8/11

SOLIVETA








Soliveta es un pequeño núcleo ribagorzano deshabitado perteneciente al municipio de Monesma y Cajigar. Sus edificaciones se levantan a 739 metros de altitud al pie de la sierra de Montirroi, unos metros por encima del barranco de San Juan, en una zona donde manda, indiscutiblemente, el pino de repoblación.

Podemos acceder desde la carretera N-230, continuando la pista que lleva al despoblado de Colls (pueblos que fueron nº 16). Más sencillo –y mejor pista– es intentarlo desde la localidad de Noguero, pasando enfrente de las casas Salaña y Llera, está última deshabitada, para finalmente llegar a Soliveta.

En el censo ribagorzano del año 1381 aparece como un caserío de Montañana. Poco después, año 1395, se cita como una propiedad de la familia Español, con tan solo dos fuegos. Soliveta llegó a tener un máximo de ocho casas abiertas a finales del siglo XIX. En el siglo XX llegó a abrir un máximo de siete. Fillat, Quélo, Teixidor o Sabater son algunos de los nombres que hemos podido documentar. En el año 1920 todavía mantenía 50 habitantes censados.

En la actualidad el pueblo se halla en ruina y engullido por la maleza, presentando un aspecto dantesco. Soliveta forma ya parte del bosque, y no es una exageración.

Las viviendas son hoy gigantes heridos, irreconocibles todas ellas. En nuestra primera visita, allá por el año 2007, aún pudimos fotografiar un horno de pan, un par de interesantes portadas y alguna balconada de hierro. También alguna edificación secundaria de cierto interés, además del cementerio.

En el centro del núcleo se sitúa la escuela, edificio semiderruido que solo conserva su fachada principal en pie. Precisamente de la escuela se llevaron el arco de entrada en el que había una inscripción que rezaba “PEDRO BERNIÉ, AÑO 1453″.

No muy lejos de la escuela resiste en pie, a duras penas, la iglesia románica de San Pedro, de mediados del siglo XII. Se trata del edificio más interesante del núcleo, a pesar de su estado. Penetrar a su interior no es tarea sencilla, hay que abrirse paso entre una maraña de zarzas, aliagas y otros “cariñosos” arbustos. Es un templo que sigue pautas de construcción románicas, es decir: nave única y rectangular y cabecera semicircular orientada al este. La nave se cubre con bóveda de cañón y el ábside con cuarto de esfera. La puerta de acceso, en arco de medio punto, abre al sur. Corona el hastial occidental el campanario de espadaña de doble ojo.

Soliveta fue un pueblo pobre y de escasos recursos. Su economía estaba basada en la producción de aceite. Trigo y cebada eran los cereales más habituales. También cultivaban buenas patatas y legumbres, además, disponían de una pequeña producción de vino. Gallinas y conejos no faltaban en todas las casas. Recursos insuficientes que no evitaron el abandono del núcleo a finales de los años sesenta. Y así hasta hoy.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en diciembre de 2021.



Fotografía 1; Soliveta (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Espadaña de la iglesia de San Pedro (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Cabecera (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Escuela de Soliveta (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Casa Llera  (Cristian Laglera)
Fotografía 6; San José de casa LLera  (Cristian Laglera)



13/8/11

CILLAS








Cillas es uno de los nueve pueblos deshabitados que se localizan en el la comarca natural de Sobrepuerto. Se trata de una zona enclavada entre los ríos Gállego y Ara y las comarcas del Alto Gállego y Sobrarbe.

Su primera cita documental data del año 1050, en un documento de la colección diplomática de la catedral de Huesca.  Aparece con diez fuegos en los fogajes de los años 1488 y 1609. Posteriormente, en sus años de máximo esplendor, llegó a tener un total de 16 casas abiertas.

Cillas se sitúa sobre un altiplano, a escasos metros de Cortillas pero al otro lado del barranco. El aspecto que presenta en la actualidad es de ruina generalizada. Pasear por el pueblo es triste, muy triste.

La calle principal ejerce de eje de la población, situándose las viviendas a ambos lados de la misma. Paseando por el núcleo encontramos grandes viviendas de piedra de dos y tres alturas. A pesar del expolio sufrido todavía son dignas de admirar sus fachadas, arcos y diferentes tipos de ventanas, todo levantado bajo el estilo tradicional de la zona.

Dieciséis casas mantuvo abiertas durante el pasado siglo XX. Estos son sus nombres: Blas, Pardo, Navarro, Arnal, Piquero, Sanromán, Jal, Esperanza, López, A Sora, Ezquerra, Moreno, Pascual, Gaitero, Nazario y A Ferrera. En el año 1930 todavía censaba 142 habitantes, aunque tan solo tres décadas después Cillas quedaría deshabitado.

La iglesia está dedicada a La Asunción (s. XVII). Es un templo de nave única con cabecera recta orientada al este y torre campanario adosada. Antes del derrumbe se cubría con bóveda de lunetos. Su estado actual es de ruina absoluta, siendo la torre una de las pocas cosas reconocibles en la actualidad.

Además de la parroquial Cillas contaba con dos ermitas dentro de su término, San Vicente y San Bartolomé.

La ermita de San Vicente se sitúa en la parte baja del pueblo, al sureste, no muy lejos de la iglesia. Es un templo del siglo XVII de planta rectangular finalizada en cabecera plana. Todavía conserva la bóveda apuntada que cubre su cabecera.

La de San Bartolomé se encuentra a unos quince minutos de distancia, al sureste de Cillas. Es una construcción de origen románico que ya documenta el profesor e investigador Adolfo Castán en ruina en los años setenta. Posiblemente fue la antigua parroquial de algún despoblado medieval indocumentado hasta el día de hoy. Consta de nave única y rectangular finalizada en ábside semicircular orientado al este.

Las fiestas mayores de Cillas se celebraban el día 24 de agosto, festividad de San Bartolomé, aunque posteriormente las trasladaron al día 7 de octubre (la Virgen del Rosario). Las fiestas pequeñas se celebraban el día 22 de diciembre en honor a San Vicente.

A finales de la década de los cincuenta Cillas fue vendido al Patrimonio Forestal del Estado, siendo repoblado de pinos con posterioridad gran parte de su término. Pocos años después, en 1963, casa A Ferrera cerraba sus puertas definitivamente, quedando de esta manera Cillas oficialmente deshabitado.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (diciembre 2018).


Fotografía 1; Cillas, llegada (Rubén Gómez)
Fotografía 2; Casa Blas (Marina González)
Fotografía 3; Imagen de La Asución (Rubén Gómez)
Fotografía 4; Interior de la Iglesia (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Ermita de San Vicente  (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Ermita de San Bartolomé (Cristian Laglera)



6/8/11

CORTILLAS









Cortillas fue uno de los núcleos importantes (al decir importantes nos referimos al número de casas y habitantes) que formaban parte de la comarca natural de Sobrepuerto. La manera más sencilla de llegar es desde la localidad de Oliván, por pista restringida apta para vehículos todoterreno. Sus edificaciones se desparraman sobre un altiplano de gran belleza natural, a un lado del barranco de la Valle, justo enfrente del también deshabitado lugar de Cillas.

Hasta un total de 34 casas llegó a abrir este lugar. Estamos hablando, lógicamente, de sus momentos de máximo esplendor. ¡Incluso llegó a tener ayuntamiento propio! En el año 1910 aparecen censados en Cortillas 225 habitantes. A finales de la década de los sesenta, cuando el pueblo se vació, todavía había 75 vecinos censados.

Arquitectónicamente hablando era un pueblo muy rico. Sus viviendas eran bloques prismáticos de dos y tres alturas con gruesas chimeneas y tejados de losa del país. Entre tanta ruina brilla con luz propia casa Isábal, restaurada hace algunos años, es un oasis en medio de un desierto arenoso. Otros nombres de casas eran: Sastre, Codón, Fanlo, Oliván, Cosme o Malena.

La iglesia de dedicó a los Santos Reyes. Es un templo del siglo XVII con esbelta torre campanario rectangular que todavía se mantiene digna. Su aspecto interior es muy diferente, ya que hace mucho tiempo que solo conoce de ruina. A su lado se sitúa la escuela, edificio de cronología contemporánea restaurado como refugio hace algunos años.

En las inmediaciones se localizan las ermitas de La Virgen (cumplió funciones de capilla del cementerio) y de San Pedro (popular, s. XVII-XVIII).

Las fiestas se celebraban el día 12 de octubre, para la Virgen del Pilar.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en abril de 2022.



Fotografía 1; Cortillas  (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Iglesia de Los Santos Reyes  (Marina González)
Fotografía 3; Torre campanario  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Casa Isábal  (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Pequeña plazoleta (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Magnífica chimenea (Marina González)
Fotografía 7; Ermita de la Virgen  (Cristian Laglera)



4/8/11

BASARÁN







Basarán es uno de los núcleos deshabitados situados en la comarca natural de Sobrepuerto. Se accede por una larga pista de tierra -todoterreno- que tomaremos desde la ribera del Gállego, concretamente desde la localidad de Oliván.

Aparece documentado desde el año 1042, periodo en el que fueron cedidas al antiguo monasterio de San Úrbez unas heredades en el cercano lugar de Cortillas. Sabemos que en el año 1495 contaba con seis fuegos.

Durante el pasado siglo XX llegó a albergar un máximo de 15 viviendas. Los nombres de las casas que hemos documentado son: Agustín, Allué, Casaus, Cosme, Ezquerra, Francho, Loren, Marco, Miguel Franco, Miguel Lobez, Pepe, O Royo, Sampietro, Tapia y Valero. En 1921 todavía mantenía 121 habitantes. Llegó a tener ayuntamiento propio y escuela.

La mayoría de sus viviendas se encontraban alineadas de extremo a extremo de un cerro, junto a ellas se levantaban los correspondientes edificios de apoyo. Actualmente Basarán es un pueblo arrasado, casi irreconocible. La ruina, la vegetación y el paso del tiempo van ganando terreno y tarde o temprano conseguirán borrar todo rastro de presencia humana.

Fue un pueblo agrícola; los campos de labor se extendían en pendiente por la meseta alrededor del pueblo. Cultivaban principalmente trigo, judías y guisantes, aunque en pequeñas cantidades.

Su iglesia románico-serrablesa (San Úrbez, s. XI)  fue desmantelada para reinstalarse en el complejo turístico de Formigal en los años 70. Tuvo nave única en origen, a la que se le añadió posteriormente otra más pequeña a su paño norte. La cabecera era semicircular y estaba canónicamente orientada, siguiendo pautas románicas.

Además de la parroquial Basarán tuvo dos ermitas. Estaban dedicadas a la Natividad de Nuestra Señora y a San Blas. En la actualidad ambos edificios están en ruina, aunque todavía son reconocibles.

La ermita de la Natividad se halla dentro del núcleo, en su extremo noreste. Posee planta rectangular y ábside plano cubierto con bóveda apuntada. En sus laterales abren dos enormes arcos de medio punto a modo de capillas laterales. Las pinturas murales que decoraban su cabecera se hallan en la iglesia de San Úrbez de Formigal. Pensamos que la fecha de su construcción puede llevarse hasta los siglos XV-XVI.

Más alejada se encuentra la ermita de San Blas. Se sitúa muy cerca del camino que conduce a Cortillas. Quedan los arranques de todos sus paramentos en los que se aprecia su planta rectangular y su cabecera, que era plana. El aparejo es de mampostería, muy irregular pero intentando formar hiladas. El suelo está sembrado de lajas de la desaparecida cubierta. Se trata de la típica ermita popular dieciochesca de escaso interés artístico.

Finalizamos con las fiestas. Las grandes se celebraban para la Natividad de la Virgen y las pequeñas para San Lorenzo.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (diciembre de 2017).


Fotografía 1; Basarán (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Magnífica vivienda(Cristian Laglera)
Fotografía 3; Ermita de La Virgen (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Ermita de San Blas (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Iglesia de Basarán en su nuevo emplazamiento, Formigal (Cristian Laglera)