23/1/10

TIERMAS (ZGZ)











Tiermas es una antigua villa medieval del Pirineo Aragonés. Se localiza en la margen derecha del río Aragón junto al embalse de Yesa, que lo inunda en parte. Está situado en la comarca de La Jacetania y dentro de los límites de la provincia de Zaragoza.

El pueblo estaba dividido en cuatro barrios, Tiermas en la parte alta, y los barrios de Aringo, Los Baños y Casas de Eso que actualmente se encuentran anegados bajo las aguas del pantano.

Normalmente después del verano (cuando el nivel de las aguas baja) las edificaciones de la parte baja emergen siendo muy visitadas pues existe en ese lugar un balneario de aguas sulfurosas al que todavía acude mucha gente para darse un baño a 35 grados de temperatura.

Arriba, en la parte alta del pueblo lo más destacable es su iglesia gótica, construida en el siglo XIV y dedicada a San Miguel. Posteriormente, a mediados del siglo XVII sufrió una importante reforma Barroca. Es un templo de una nave dividida en tres tramos con planta de cruz latina. Su estado actual solo puede catalogarse como ruinoso.

Contaba con dos ermitas situadas dentro de su término: una dedicada a La Virgen del Pilar que ejercía las funciones de capilla del balneario y otra dedicada a los Santos Justo y Pastor.

Durante el pasado siglo XX Tiermas llegó a tener más de 140 viviendas y cerca de 1.000 habitantes, un pueblo de grandes dimensiones como podemos ver. En Tiermas había cura, médico, puesto de la Guardia Civil, varias peluquerías. También había tres escuelas, una en el barrio de los baños y dos en Tiermas, donde los niños y las niñas acudían a clase por separado.

Faustino Calderón hizo un gran reportaje sobre Tiermas en su Blog, además cuenta varias anécdotas cuanto menos sorprendentes; "Bartolomé Torrea tuvo el ¨honor¨ de ser el último habitante de Tiermas, nunca quiso marchar y se quedó en el pueblo hasta el año 1.990. Bartolomé tuvo por único vecino durante años a Honorio, de Casa Juan de Juana, que tampoco había marchado y pese a la soledad de ambos no se dirigían la palabra. Unos años más tarde, a mediados de los 70 tuvo por vecinos a una colonia de hyppies que se asentaron en el pueblo, iban desnudos y montados a caballo, tenían una vaca y con la leche hacían queso que vendían a los veraneantes del camping, además de pulseras y baratijas". 

Llegaremos a Tiermas desde la carretera que una las poblaciones de Puente la Reina con Pamplona, unos pocos kilómetros después de rebasar el despoblado de Esco. 


Fotografía 1; Vista aérea de Tiermas  (Carlos Gil)
Fotografía 2; Iglesia de San Miguel (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Interior de la iglesia (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Casa Gil. También tienda de ultramarinos y estanco (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Casa Urbano (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Otra de las viviendas (Cristian Laglera)
Fotografía 7; Escuela de niños (Cristian Laglera)
Fotografía 8; Portal de las Brujas  (Cristian Laglera)
Fotografía 9; Ermita de los santos Justo y Pastor (Cristian Laglera)


17/1/10

YOSA DE GARCIPOLLERA






Yosa fue uno de los pueblos situados en el interior del valle de la Garcipollera afectado por la construcción del embalse de Yesa. 

Lo poco que queda del núcleo está en la solana del valle, en la margen derecha del río Ijuez. La pista de acceso parte desde la localidad de Bescós de Garcipollera. El inicio es muy llano, junto al cauce del barranco, pero poco después comienza a subir. A pie hay una media hora de camino.

Aparece documentado desde el año 1218. Es un documento de la colección diplomática de Fanlo donde aparece citado “Iohan de Iosa”.

Pascual Madoz le adjudica catorce casas en el año 1845, aunque según nuestros datos al siglo XX  llegó “solamente” con nueve de ellas abiertas. Sus nombres eran: Bailador, Tejedor, Venancio, Chuanico, Andalecio, Piquero, Colorao, Marín y Barrio. Sus últimos censos oscilaron entre los 50 y 60 vecinos, entre ellos una decena de niños que acudían a la escuela que estaba situada junto a la iglesia.

Los ejes principales de la economía del pueblo eran, cómo no, la agricultura y la ganadería. Vida dura, muy dura, economía de subsistencia pura y dura.

Actualmente Yosa se encuentra devastado. ¿El motivo? Fue utilizado en los años 90 como lugar de maniobras militares. La ruina y la maleza parece haber sepultado cualquier recuerdo de vida humana que allí hubo, dejándolo vivo solamente en la memoria de quienes lo habitaron. Por este motivo documentamos estas líneas con una fotografía de Yosa tomada en los años 50, de autor desconocido, en donde podemos ver el pueblo todavía habitado.

Paseando por el núcleo nos topamos con la iglesia de San Miguel -románica del siglo XII- que es casi irreconocible. A pesar de haberse convertido en un amasijo de escombros todavía se advierte su ábside semicircular canónicamente orientado. La cabecera es lo único original que conserva, ya que el resto es fruto de las reformas sufridas en siglos posteriores, principalmente en el XVII.

En el camino que conecta Bescós con Yosa hay otro edificio de carácter religioso. Se trata de la ermita de La Asunción. Es un edificio de cronología moderna, que no se puede llevar más allá del siglo XVII-XVIII. Tiene planta rectangular y cabecera de testero plano. Hasta esta ermita había una romería que partía desde el pueblo el 8 de mayo. Se celebraba misa por la mañana y volvían al pueblo para comer. Se celebró hasta que la cubierta de la ermita se hundió, ya que nunca se llegó a restaurar.

De todas formas, la romería más importante que se celebraba era la que concurría hasta la ermita de la Virgen de Iguácel, situada al fondo del valle. Era el día 2 de julio, romería conjunta de todos los pueblos de la Garcipollera.

Queda para el final recordar las fiestas, que se celebraban para San Miguel, el día 29 de septiembre. 


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en octubre de 2019.


Fotografía 1; Ruina generalizada  (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Iglesia de San Miguel  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Borda apuntalada  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; "Iosa". Magnífica dovela sacada de entre los escombros hace más de treinta años  (M.A. Barrutia)



9/1/10

ATÓS ALTO






Atós Alto es un pequeño caserío deshabitado emplazado en el arranque de la carretera de “La Guarguera” si accedemos desde la localidad de Lanave, en la orilla derecha del río Guarga. Cuenta con dos viviendas acomodadas sobre una suave loma situadas en la única calle del núcleo.

Aparece documentado con dos fuegos a finales del siglo XV, las mismas casas que mantenía a comienzos del XX. En su único nomenclátor es citado con nueve habitantes  en el año 1930. Permanece abandonado desde los años cuarenta del pasado siglo a pesar de estar situado a poco más de un kilómetro del asfalto.

Paseando por su única calle observamos detalles de la arquitectura tradicional de la zona, destacando un magnífico pozo, todavía digno. Otras cuestiones a valorar son las portadas de las viviendas y algunos de sus vanos, muy bien ejecutados. 

Las dos casonas (Grasa y Barón) contaban con horno de pan y bajos abovedados, merece la pena perder un buen rato en ellas, especialmente en casa Grasa. Precisamente estas dos viviendas fueron las primeras de la zona a las que llegó la luz eléctrica, de 125 W.

Aislada, unos metros al oeste del núcleo se sitúa la ermita de La Asunción. Es una sencilla construcción del siglo XVII que parece pudo ser construida sobre las ruinas de algún templo de origen anterior, de época incierta. Se trata de un inmueble de planta rectangular rematado en testero recto. En su paño sur abren la puerta de acceso y un elegante vano, actualmente cegado. En el interior quedan restos de pinturas murales de factura popular.

De obligada cita es también un pajar levantado a unos 300 metros al este de la ermita, fechado en el año 1848, y según lo califican algunos expertos en la materia, es de los mejores de toda la comarca. Lamentablemente su estado de conservación no es bueno. 

Como dato curioso, comentaremos también que los habitantes de Atós Alto eran conocidos en la zona como Os Casquis, un apelativo semejante a parlanchines o charlatanes.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (enero 2019).


Fotografía 1; Atós Alto (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Vista este (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Magnífico pozo (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Ermita de La Asunción (Cristian Laglera)

BERBUSA






Pequeño despoblado situado a unos tres kilómetros al este de Oliván, en el inicio de la pista que se adentra en el corazón de Sobrepuerto. A pie desde Oliván, una hora y media de preciosa caminata.

Su primera cita documental data del año 1063, Berbusa es por tanto un pueblo milenario. En el fogaje del año 1495 aparece con un total de ocho fuegos. Durante primera la mitad del pasado siglo XX mantuvo un total de 10 casas abiertas, con censos que rondaban el centenar de habitantes. Los nombres de las casas eran: Tejedor, Racimo, Pepico, Esteban, Piquera, Blas, Chuanico, Francho, O Pincho y Agustina.

El pueblo se estructura en dos grupos de casas separadas por el barranco de Toscal, quedando dos de las diez viviendas (Agustina y O Pincho) aisladas al este por dicho barranco. Al margen de las viviendas y de sus correspondientes edificios de apoyo Berbusa contaba con casa del pueblo y del maestro, dos escuelas, abadía (aunque el párroco residía en Oliván) y la iglesia de San Pedro.   

La construcción de la iglesia finalizó en el año 1703, tal y como reza la inscripción que hay en la clave de la puerta de acceso. Es un inmueble de nave única, capillas laterales y testero recto. La nave estaba cubierta con bóveda de cañón con lunetos mientras que las capillas y cabecera con medio cañón. Todavía conserva la torre campanario en pie, con sus dos vanos gemelos que se asemejan a dos ojos tristes que miran con resignación la ruina generalizada de todo el pueblo.                                                                                                                                                                               
Es curioso que en pueblo no excesivamente grande como Berbusa hubiera dos escuelas. Parece ser que, al menos durante algunos años, utilizaron una u otra en función de la climatología.

Los habitantes de Berbusa eran conocidos como “los carboneros”, y es que, este fue uno de los productos claves en su economía. El carbón producido en Berbusa se vendía principalmente en Biescas, Sabiñánigo y por todo el valle de Tena.
                                                                      
Celebraban las fiestas grandes para San Ramón Nonato el día 31 de agosto. Las fiestas pequeñas eran para Santa Eusebia, el día 29 de octubre.

Durante la Guerra Civil, la proximidad de Berbusa a una de las líneas del frente  provocó la evacuación de toda su población, principalmente a la zona de Fiscal. A su regreso, las irremediables consecuencias de la contienda: casas destrozadas e inhabitables, tierras devastadas, pérdida del suministro eléctrico, etc. Finalmente Berbusa quedó deshabitado, siendo los moradores de casa Tejedor los últimos en abandonar el pueblo.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (marzo 2019).


Fotografía 1; Berbusa  (Marina González)
Fotografía 2; Iglesia de san Pedro  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Una de los dos escuelas (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Hermosa borda en la parte baja  (Cristian Laglera)


6/1/10

BAGÜESTE








Esta semana nos desplazaremos hasta la barrancosa zona del Balcés y el Mascún, para visitar uno de los pueblos deshabitados que en ella se sitúan: Bagüeste. Es uno de los pueblos deshabitados más agradecidos de visitar de toda la zona; pertenece al amplio municipio de Aínsa-Sobrarbe.

Llegó a tener un máximo de nueve casas abiertas, censando un máximo de 79 habitantes en el año 1900.
Sus viviendas y edificios de apoyo están irregularmente distribuidas sobre el cerro, aparentemente están construidas sin ningún orden. Destacan por sus dimensiones un par de casonas situadas en la parte baja del pueblo, principalmente por sus elegantes puertas de acceso, bellas portaladas de medio punto de gruesas dovelas.

Pero sin duda, la joya más preciada que encontramos en Bagüeste es su iglesia parroquial (San Salvador); templo románico de mediados del siglo XII. Es un templo de nave única rematado en ábside cilíndrico orientado al este, sin presbiterio. Actualmente (14-01-12) todavía aguantan las bóvedas, la nave se cubre con medio cañón y el ábside con cuarto de esfera. Las capillas laterales se añadieron posteriormente al lado norte y la sacristía al sur.

Hay otro edificio de interés en Bagüeste, a la afueras, allí se sitúa la ermita de San Miguel (s. XVI). Es un edificio construido en mampostería, de nave única y planta rectangular con cabecera plana. Tiene una capilla a cada lado a modo de crucero que le aporta planta de cruz latina.

Si queremos visitar Bagüeste (cosa que recomiendo), el acceso más cómodo lo realizaremos desde Las Bellostas. Allí tiene su inicio una pista señalizada, sólo apta para vehículo todoterreno, que nos conducirá sin pérdida hasta Bagüeste. A pie algo más de una hora de agradable caminata.


Fotografía 1; Iglesia de San Salvador (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Cabecera  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Detalle de un vano de la parroquial (A. García Omedes)
Fotografía 4; Vivienda  (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Edificaciones cercanas a la iglesia  (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Ermita de San Miguel  (Cristian Laglera)


LETOSA








Letosa es hoy un pueblo situado lejos de todo, ubicado en un paraje agreste y solitario sobre una pequeña meseta a orillas del barranco de Mascún. Se sitúa en el extremo norte de la comarca del Somontano, en zona lindante con Sobrarbe y también con el Alto Gállego. Es accesible desde Las Bellostas por restringida pista de tierra.

Aparece documentado desde el año 1293. Sabemos que en el siglo XVI era propiedad de la familia Puértolas. En los fogajes de los años 1488, 1609 y 1646 es citado con dos fuegos. En 1950 todavía tenía 65 habitantes.

Durante el pasado siglo XX Letosa abrió siete viviendas; sus nombres eran: Giménez, Molinero, El Herrero, Blas, Sierra, Jorge y Piquero. Se construyeron alineadas sobre un bancal de arenisca en la calle de San Úrbez, única calle del pueblo. A su alrededor se distribuyen los correspondientes edificios de apoyo, brillando con luz propia las bordas, que son magníficas.

El paso del tiempo ha destrozado Letosa, y la maleza ha hecho el resto. En nuestra primera visita, hace unos 12 años, todavía podía apreciarse la línea constructiva de la zona: grandes viviendas con sobrias fachadas y sus correspondientes patios interiores. Hoy en día la ruina, la maleza y el silencio, lo son todo en Letosa.

La iglesia se sitúa al noreste, originalmente fue consagrada a San Jorge, pero en algún momento que desconocemos se le cambió la advocación por la de San Úrbez. El exterior está totalmente engullido por la maleza, haciendo que el acceso a su interior sea una verdadera odisea. Es una obra del siglo XVII; presenta nave rectangular y ábside plano. Interiormente se cubre con bóveda de medio cañón. También tenía torre campanario, lamentablemente en el suelo desde hace un par de décadas.

No muy lejos del pueblo, junto al río Mascún, encontramos el viejo molino de Letosa. A pesar de que su estado deja mucho que desear bien merece una visita. Para llegar hasta el molino debemos tomar el viejo camino que enlaza Letosa con Bagüeste, una vez en el Mascún, sin cruzarlo, bajaremos paralelos sobre el cauce del río hacia nuestra derecha, hasta que nos topemos con el molino.

Las fiestas grandes se celebraban el día 15 de octubre, para Santa Teresa. Las pequeñas eran el día 17 de enero, para San Antonio.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (agosto 2019).


Fotografía 1; Casa Giménez de Letosa (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Casa Javierre en el año 2012, antes de su derrumbe  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Iglesia de San Úrbez en los años 80 (Adolfo Castán)
Fotografía 4; Interior de la iglesia en la actualidad  (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Hermosa borda  (Cristian Laglera)


5/1/10

YOSA DE BROTO








Visitar Yosa de Broto causa una enorme sensación de tristeza y desazón, pero aún así, es uno de esos lugares que merece la pena conocer. Se sitúa en pleno valle de Broto, relativamente cerca de Oto, hacia el este. Desde Yosa disfrutaremos de unas impresionantes vistas de una buena parte del valle; es una excursión muy recomendable, sobre todo para realizar en primavera u otoño. 

Llegaremos por medio de un precioso camino de herradura que tiene su inicio en la localidad de Oto,(siempre cuesta arriba) que según dice el cartel que encontramos en la salida nos conducirá en 1 hora y 35 minutos hasta el despoblado. 

Yosa de Broto tenía 63 habitantes censados en el año 1900, los últimos dos habitantes abandonaron el pueblo en el año 1970. El pueblo carecía de abastecimiento de agua y de energía eléctrica, dos motivos que junto a lo complicado de su acceso (nunca tuvo acceso rodado) fueron las causas más importantes para su abandono. Tampoco tenían médico, cuando era necesario había que ir a buscarlo a Broto, al igual que pasaba con el cura, que lo subían en un macho todos los domingos para dar la pertinente misa.

Paseando por entre calles podemos apreciar grandes casonas de piedra y mampostería de dos y hasta de tres alturas en lamentable estado de conservación. Son casas de mampostería que cubren con tejados de losa a dos aguas hoy todas ellos derruidos.

También encontramos algunas interesantes bordas en la parte alta, el crucero, presidiendo a la entrada del pueblo y una bonita fuente de planta rectangular cubierta por bóveda de medio cañón.

Nos vemos en la obligación de citar su iglesia parroquial, dedicada a Santiago Apóstol (s. XVI). Es una iglesia de planta rectangular de dos naves y cabecera recta, además de una capilla lateral. También contaba con una hermosa torre campanario de la que solo queda en pie su lienzo norte, aunque no creo que por mucho tiempo.


Fotografía 1; Llegada a Yosa; crucero  (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Iglesia de Santiago  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Cabecera  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Viviendas  (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Edificios de apoyo  (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Magnífica borda (Cristian Laglera)



VILLOBAS






Villobas es un pequeño núcleo deshabitado enclavado en el valle del río Guarga, a poco más de un kilómetro del molino de Villobas. Sus edificaciones se asientan sobre una amplia planicie en la margen derecha del río Guarga. Una pista de tierra, restringida, enlaza el asfalto de la carretera de “la Guarguera” con nuestro pequeño despoblado protagonista.

Aparece documentado con un solo fuego a finales del siglo XV. Administrativamente perteneció durante casi cien años (1870-1962) a Gésera. Desde entonces pertenece al municipio de Sabiñánigo. En lo eclesiástico su iglesia perteneció al obispado de Huesca hasta el año 1571, posteriormente pasó a pertenecer al de Jaca.

En el año 1920 Villobas mantenía tres casas abiertas, conocidas como: Alta, Media y Baja. En el nomenclátor de ese mismo año aparece con 33 habitantes. Según nuestros datos alcanzó su techo poblacional en 1857, con 39 vecinos censados. Villobas quedó “oficialmente” deshabitado a comienzos de la década de los setenta.

De las viviendas nos quedaremos con la llamada casa Baja; edificio de gran volumen coronado por una magnífica chimenea troncocónica, todavía en uso. Las otras dos casas se hallan en estado ruinoso, lo cual no es obstáculo para que conserven algunos elementos de interés: sobrias fachadas, puertas que despliegan magníficas arcadas de medio punto –una con fecha de 1836– y ventanas adinteladas. A su alrededor se levantan los edificios auxiliares, entre los que destaca una borda y la herrería.

Brilla con luz propia su iglesia, dedicada a la Purificación de Nuestra Señora. Es un templo de cronología moderna, fechable en el siglo XVII. Presenta nave única y rectangular y cabecera de testero recto. El acceso se realiza por el muro meridional, mediante vano abierto por un arco de medio punto con bisel. Poseía coro en alto de madera a los pies. Sobre la cabecera se levanta una torre de escasa altura con dos vanos gemelos para las campanas.

Celebraban las fiestas para la Virgen de septiembre. Había misa, merienda y baile como colofón. Además de la gente del pueblo y familiares venía gente de algunos de los núcleos cercanos.




Artículo publicado en El Cruzado Aragonés en diciembre de 2021.



Fotografía 1; Iglesia parroquial (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Cabecera  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Casa Alta  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Clave en la portada de casa Alta  (Cristian Laglera)


VILLAMANA








Villamana es otro de los pueblos deshabitados que se localizan en el interior del valle de la Solana (Sobrarbe). Hay que recordar que se trata de un valle “fantasma” expropiado por la construcción de un pantano “de papel”, que finalmente quedó en un proyecto fallido. A pesar de todo esto más de 1500 personas tuvieron que abandonar sus casas y tierras, ya que la totalidad del valle fue replantado de pino.

El pueblo protagonista del artículo de hoy, Villamana, se construyó sobre una terraza natural por encima del barranco de la Guarga de Cájol. Actualmente la totalidad de sus edificaciones se hallan en ruina, con la única excepción de una borda. Todas ellas están situadas en lo más profundo de un bosque de pino de repoblación.

Villamana está documentado desde el año 1211. Llegó a tener un máximo documentado de cuatro fuegos, años 1488 y 1609, aunque el siglo XX lo inició con tan solo dos hogares abiertos (casas Salvador y Manuel). En el año 1900 tenía 13 habitantes.

Las viviendas son grandes, de dos plantas, con tejados de losa a doble vertiente. A su alrededor se levantan sus correspondientes edificios auxiliares.

A escasos metros de las viviendas encontramos un interesantísimo pajar-secadero alzado en el siglo XIX. Se trata de un edificio de gran interés etnológico, uno de los mejores de toda la comarca. Hasta hace unos pocos años mantuvo la cubierta en pie. Una pena. Es un edificio de planta rectangular y dos pisos. Lo más destacado son sus magníficos vanos, abiertos en cada una de sus cuatro paramentos. En sus últimos años de uso su parte baja cumplió funciones de cuadra.

Además del pajar-secadero que acabamos de citar, el edificio más destacado que encontramos en Villamana es su iglesia parroquial. Es un inmueble de origen románico, que brilla con luz propia. Se construyó bajo la advocación de San Pedro en el siglo XIII. Se trata de una construcción de nave única y rectangular acabada en ábside de tambor. A los pies del muro sur abre la portada de acceso. Sobre ella había un crismón trinitario de seis brazos expuesto actualmente en el Museo Diocesano de Barbastro, al igual que las pinturas que decoraban la cabecera.
          
Carecían de todos los servicios básicos necesarios, cómo el  médico. Tampoco disponían de escuela. Precisamente para poder acudir a la escuela los niños de Villamana tenían que desplazarse diariamente hasta el hoy también deshabitado lugar de Cámpol, a unos tres kilómetros, lugar donde compartían aula con los niños de San Felices y San Martín.

No queremos dejar en el tintero el magnífico camino de herradura de acceso al núcleo. No son muchos metros los conservados, pero sí los suficientes para darse cuenta de la cantidad de tiempo que sus habitantes le dedicaron. Es una delicia poder pasear por él.

Las fiestas se celebraban por todo lo alto el día 25 de julio, festividad de Santiago.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (enero 2019).


Fotografía 1; Camino de Villamana  (Marina González)
Fotografía 2; Casa Manuel  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Iglesia de San Pedro  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Crismón románico  (Cristian Laglera)
Fotografía 5: Pajar secadero  (Cristian Laglera)
Fotografía 6; Pequeña borda  (Cristian Laglera)




VILLACAMPA







El punto de partida en esta ocasión es la carretera de “La Guarguera”. No es la primera vez que acudimos a esta zona para hablar de unos de sus núcleos deshabitados ni tampoco será la última. El pueblo protagonista del artículo de esta semana es Villacampa. Se sitúa en una altiplanicie en la falda sur de la sierra de Picardiello, con acceso por una mala pista de tierra que tomaremos desde el Molino de Escartín.

Villacampa debió de ser una población importante durante los siglos XI y XII como consecuencia de su situación estratégica en la que parece que residieron algunas familias infanzonas.

Su primera mención data del año 1067. En ella se cita al mayordomo Sancho Garcés de Villacampa, en un documento de la colección diplomática de Fanlo. También sabemos que entre los años 1083 y 1100 tuvo como tenentes a Blasco Garcés y García Jiménez.

Aparece citado con tres fuegos en el fogaje del año 1495. Durante el pasado siglo XX fueron dos las casas que mantuvo abiertas: Royo (o Chirón) y Sampietra. En 1930 Villacampa tenía 18 habitantes.

Destacaremos casa Chirón, que originariamente fue una torre fuerte de tres plantas, obrada por los Villacampa a comienzos del siglo XVII. El aspecto de casa Chirón y de todo el caserío en la actualidad es deplorable. La ruina generalizada y la maleza se encargan, poco a poco, de sepultar cualquier recuerdo de vida humana que allí hubo. 

Queda para el final la iglesia de San Juan Bautista, sin duda, el edificio más interesante del núcleo. Lo más llamativo es su campanario, ya que se trata de la torre de un antiguo castillo. Es un prisma de planta cuadrada de tres pisos de altura, construido con aparejo de sillarejo. Con posterioridad (s. XVII), se construyó la iglesia, unos metros al sur, aprovechando la torre como campanario. En su paño sur se habilitaron dos huecos donde se situaron las campanas, hoy desaparecidas.

El abandono “oficial” de Villacampa se consumó en los años cincuenta. Fue entonces cuando fue vendido a Patrimonio Forestal del Estado, que no tardó en repoblar todo el término de pino.


Artículo publicado en El Cruzado Aragonés (abril de 2019).


Fotografía 1; Llegada a Villacampa  (Cristian Laglera)
Fotografía 2; Edificaciones en ruina  (Cristian Laglera)
Fotografía 3; Torre defensiva  (Cristian Laglera)
Fotografía 4; Campanario  (Cristian Laglera)
Fotografía 5; Vano cegado  (Cristian Laglera)